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Archive for the ‘Indonesia 2011’ Category

Y llegó el momento de hacer balance y cerrar el capítulo de Indonesia… Alguna vez me habéis escuchado decir que tengo sensaciones contradictorias… por una parte, durante el viaje me parecía que llevábamos mucho más de un mes, mientras que ahora me parece que los 34 días pasaron muy rápido. En cualquier caso mi recuerdo de este mes en Indonesia es simplemente inmejorable.

También recuerdo que antes de irnos a algun@s os comenté que igual viajar así no estaba hecho para mí, que eso de irme con una mochila con lo básico quizás no me gustaría… El balance ya lo sabéis: todo mucho más fácil de lo que pensaba y un reto personal superado que, todo sea dicho, con la ayuda de David fue sin duda muchiiiisimo más fácil. ¿El único problema? Que creo que engancha y ahora le doy vueltas a otros destinos… jejeje.

Un total de 11 vuelos nos llevaron a recorrer un país precioso e inabarcable por muchas veces que viajemos hasta allí. Nos quedan cosas pendientes por ver y el recuerdo de haber visitado juntos las lejanas tierras indonesias.  Compartirlo con tod@sa través de este blog ha sido una experiencia preciosa: tanto desde allí con los mensajes y comentarios recibidos de los que nos leíais como una vez aquí, donde l@s más tími@s lector@s  nos habéis revelado cómo seguíais a Ulises durante el mes de agosto. 3.000 visitas son muchísimo más de lo que esperábamos!!!

Ulises se va a descansar una temporada (ojalá no muy larga) y con él nosotros hasta la próxima, con el recuerdo de este precioso viaje inolvidable por la belleza milenaria del lejano Oriente Indonesio. Hasta la próxima!

Teresa

Ya de vuelta y casi sin tiempo para descansar hemos vuelto a la rutina. Para mi las vueltas siempre son un poco extrañas, me cuesta asimilar cómo es posible estar en la otra parte del mundo un día y en casa el siguiente. Viajar me abre los ojos, me recuerda que la vida es mucho más que nuestros respectivos microuniversos personales, me hace sorprenderme, adaptarme, aprender… y una cosa a mi entender muy importante, relativizar.

Estos 34 días han sido una gozada, tanto de cosas grandes como pequeñas. Inolvidable fue la  experiencia del klotok y tener orangutanes a un metro, llegar a Borobudur, o ver el atardecer en Ulu Watu… pero también disfrutar de una cerveza en la playa de Kuta, coger una moto y perderse por caminos en tierras Toraja, o simplemente pasear un mercado de verduras cualquiera… hay tanto por descubrir y aprender.

Con tantos días siempre hay altibajos, pero me alegra recordar que ha habido muchos altos… y muy pocos bajos. La convivencia con Teresa ha sido realmente sencilla, su adaptación de 10 y además ha aguantado mi cabezonería de la mejor de las maneras, por lo que no puedo más que estar feliz.

Indonesia tiene muchas posibilidades. Un país inmenso con tanta variedad que más que un país estás descubriendo 3 o 4 a la vez. Nos han quedado cosas por hacer, pero no importa, nuestra intención no ha sido coleccionar nombres, sino disfrutar tranquilamente a nuestro ritmo los que hemos ido encontrando. No hemos cumplido nuestra ruta inicial, y ese era nuestro objetivo, adaptarnos a nuestras sensaciones y tomar decisiones sobre la marcha. Prueba conseguida.

Muchas gracias a los que nos habéis seguido, esperamos que os haya gustado. Nosotros nos lo hemos pasado muy bien haciendo el blog. Ahora ya pensando en alguna escapada corta y en próximos viajes. Por proyectos e ilusión desde luego, no será. ¡Hasta pronto!

David

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Y llegó nuestro último día por tierras indonesias. El plan era claro, tener un día bonito y tranquilo para estar descansaditos para la vuelta… así que nos levantamos como siempre y nos hicimos el desayuno de rigor, con el último pancake de turno y batidos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

De allí directos a la playita. Salió el día un poco nublado, pero teníamos fe en que no durara mucho… y así fue. En un rato el calor empezó a ser sofocante así que pillamos unas hamacas y como decimos en Valencia “a patir” : ))

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No nos resistimos a darnos nuestro último bañito y a dar algunos “traguitos de agua” por jugar con las olas, alguna que otra mayor de la cuenta. Pero la mayor parte del tiempo lo pasamos, yo huyendo del sol y Teresa con el típico “vuelta y vuelta”…ya sabéis, la belleza siempre cuesta…

Cominos en el Balcony, un seguro si estás ya un poco harto de la comida autóctona con maravillosas ensaladas, hamburguesas y carne…en un ambiente muy surfero con tablas y fotos por todos lados.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Y la tarde la planteamos en 3 partes imprescindibles.

Por un lado dar algunas vueltas por las tiendecitas para controlar que no olvidábamos comprar ninguna cosa y de paso despedirnos con algún regateo… aunque ya no estábamos para muchas tonterías. Los indonesios van haciendo mella poco a poco, y a precios desorbitados (la mayoría) ya no entrábamos al juego, más bien los enviábamos a “pasturar”… pero aún así encontramos lo que nos faltaba.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En segundo lugar era totalmente necesario ver el último atardecer en la playa, con una bintang muy fría en la mano, previo paseo tranquilito por la arena… y así lo hicimos, disfrutando cada segundo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¡Qué media hora más bonita mientras el sol se iba poniendo!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Y en tercer lugar, era imprescindible una visita a un masaje para relajarnos para la dura vuelta, por lo que ya de noche, rematamos nuestro último día con el susodicho masaje de rigor. Colofón final al día.

Lo que sigue ya no podemos decir que fuera tan placentero. Nos hicimos la maleta, dormimos y al día siguiente rumbo a Jakarta para, tras esperar unas horas, abandonar tierras indonesias rumbo a Dubai, donde llegamos casi 8 horas más tarde.

En Dubai tuvimos que hacer noche, pues en avión salía 9 horas más tarde, así que nos cogimos el polar para hacer frente a las gélidas horas del aeropuerto y medio dormimos en unas hamacas que encontramos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Por supuesto nos dio tiempo a pasear por el duty-free, leer, ver un partido de futbol inglés (yo, pues ya sabéis muchos la opinión de Teresa sobre el…. futbol), dormir a ratos y acabar hasta las narices antes de  desayunar y coger el siguiente vuelo, que nos ha traído ya hoy a nuestras amadas tierras hispánicas. Hemos perdido la cuenta de las horas entre tanto cambio horario y esas cosas… pero se puede resumir en una pequeña frase: “Pa’vernos matao!!”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ya por fin, hoy 30 por la tarde, después del placentero viaje en AVE Madrid-Valencia, estamos en casita, felices, contentos y muy muy cansados. Ahora a dormir 15 horitas, y como nuevos.

Tanto nosotros, como nuestras mochilas, merecemos un descanso…

 

 

 

 

 

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Tras el primer día en Kuta que pasamos prácticamente durmiendo, en el segundo nuestra mente estaba en el relax y zanganeo final… pero nos quedaba pendiente una visita: Ulu Watu. Hemos desayunado tranquilamente en un lugar donde hemos encontrado, emocionados, sándwich de nutella, mientras Teresa monopolizaba, como taantas veces, las nuevas tecnologías. : ))

 

 

 

 

 

 

 

 

Yo, mientras, viajaba con Javier Reverte y su “Corazón de Ulises” por tierras griegas mientras esperaba el cambio de papeles y pensaba que quizás era un buen día para hacer una última escapada…

Tras todas nuestras actualizaciones cibernéticas del día salíamos hablando de coger una moto y hacer nuestra última escapada. Primero a la bonita y tranquila playa de Lembongan y después de comer ir a ver el atardecer a Ulu Watu. Así que no nos lo hemos pensado, y tras ver dos motos lamentables que nos hemos negado a llevarnos por miedo a tener que traerla a la espalda… o algo peor, hemos cogido la tercera, la mejor de las lamentables que hemos visto.

El camino a la playita paradisíaca de arena blanca que ponía la guía ha sido sencillo, así que hemos dejado la moto y a buscar una tumbona.

 

 

 

 

 

 

 

No podemos decir que hayamos tardado en encontrarla, así que en pocos minutos Teresa estaba dándose su baño de sol reglamentario y soportaba el intenso calor con un refresco mientras yo buscaba desesperado la sombra.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Así, entre refrescos y tumbona hemos disfrutado de la playita antes de dar un paseo donde he lucido el “moreno camionero” que duramente me trabajo huyendo del sol, y gracias al cual no me he pelado… no como otras…ejem… 😉

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pero el verdadero objetivo de la escapada estaba por llegar, así que después de dar un bocado hemos arrancado nuestra “tartana” y no hemos tardado mucho en llegar al Templo Ulu Watu. Quedándonos sencillamente impresionados de las bellísimas vistas…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Además, como todo templo que se precie, los monos no podían faltar, así que había montones de ellos pululando por todos lados, buscando turistas que les dieran comida o intentando robar cualquier cosa que les llamara la atención como botellas de agua, gafas de sol o incluso pendientes… y hemos visto todos estos casos.

 

 

 

 

 

 

 

No hemos podido evitar las fotitos de rigor paseando de aquí para allá, disfrutando de todos los ángulos y de la sensación de inmensidad del mar con los acantilados a escasos metros de nosotros.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Al final nos hemos sentado respirando la brisa marina y hemos visto cómo el sol iba desapareciendo poco a poco y los colores del cielo iban cogiendo diferentes tonos amarillentos, una postal romántica preciosa en nuestra última escapada en Indonesia…

 

 

 

 

 

 

 

Pero como el día no acaba con el atardecer, había que poner un gran colofón a esta jornada. Y qué mejor colofón que una cenita… ¿a que no sabeis dónde?

¡Exacto!

En nuestro particular sushi de Kuta a precio ganga…

y si alguna vez queréis hacernos un buen regalo no dudéis en invertir en un criadero de pez-mantequilla para nosotros.

¡Os estaremos eternamente agradecidos!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Y mañana último día en Indonesia… esto se acaba.

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Nuestro último día en tierras Toraja se presento tranquilo. Nos levantamos relajadamente en la habitación del Pia’s Poppies, seguramente uno de los mejores hoteles de nuestro viaje, tanto por la habitación como por la decoración autóctona y el exquisito trato de la familia propietaria.

En el desayuno el zumito de rigor de Teresa fue el de banana, yo probé el “Mona Lisa”, uno que aún no habíamos probado y de cuya fruta desconocemos el nombre. Llama la atención su color rojo intenso y su delicioso sabor…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Una vez desayunados cogimos un bemo dirección al mercado semanal de Ramtepao. Allí paseamos viendo los típicos puestos de frutas, verduras y pimientos, de los cuales hay a montones y los venden en mesuras. Es precioso el juego de colores que se pueden ver en estos mercados..

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La parte más interesante de nuestra mañana fue, sin embargo, al llegar a la zona del mercado de búfalos. 

 

 

 

 

 

 

 

Empezamos andando con mucho cuidado. No sabíamos bien si controlar las astas de los animales o el campo de excrementos que había allí formado… así que teníamos los cinco sentidos en ello. Pero a parte de este pequeño detalle, era muy interesante ver a los propietarios con el búfalo y como los posibles compradores se acercaban, miraban al animal por un lado, por el otro, la boca, las astas… y hacían alguna oferta discretamente.

 

 

 

 

 

 

 

 

El caso es que por allí estuvimos paseando y viendo montones de animales, algunos de ellos realmente inmensos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La gente de allí nos explicó la importante diferencia entre los búfalos normales y los que tienen alguna parte blanca, considerados como animales de buena suerte  y cuyo valor se dispara solo por esta razón. Entre los que vimos de estas características, había uno que sobresalía en todo el mercado, un ejemplar albino y de grandes dimensiones.

 

 

 

 

 

 

 

Y así, sin darnos mucha cuenta se nos pasó la mañana viendo además algún puesto de pescado fresco y otros de pescado seco.

 

 

 

 

 

 

 

A la hora de comer, y por primera vez en el viaje, se nos empezaba a hacer cuesta arriba la comida excesivamente especiada de aquí, y tuvimos la suerte de dar con un sitio que nos hizo un buen filete de búfalo a la brasa y sin salsas. Estaba muy bueno, aunque la carne resulta un poco más dura que la de ternera o cerdo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La tarde fue para movernos por las calles de Ramtepao sin rumbo fijo. Los días aquí nos han hecho sentir a gusto paseando tranquilamente y hemos agradecido que sus gentes sean mucho menos insistentes que en otros lugares (exceptuando los guías).

Nuestro autobús salía a las 9 de la noche así que recogimos los trastos y compramos algunas cosas para picar en el viaje de 8 horas…¡y a que mala hora!

El autobús (empresa Bintang Prima) era una maravilla. Cómodo, con espacio, manta y almohadón. Pese a lo pesado del viaje, llegamos al aeropuerto y tomamos un té junto a la encantadora pareja de catalanes con la que ya habíamos coincidido unas cuantas veces en tierras torajas. Así que hicimos tiempo y la espera se nos hizo más corta, pues nuestro avión salía a las 9 de la mañana. El vuelo sin problemas y nuestra llegada a Kuta perfecta, pues tuvimos suerte de tener habitación en el mismo hotel que la vez anterior.

Así que nos queda el fin de semana de despedida en Kuta y la hemos encontrado con muchos menos turistas que la vez anterior que pasamos por aquí. Hoy hemos vuelto a ver su precioso atardecer paseando por la playa y no nos lo pensamos perder los dos días que nos quedan por aquí.

 

 

 

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Ayer de buena mañana y después de nuestro desayuno de rigor, alquilamos una moto con el objetivo de seguir conociendo las tierras de los Tana Toraja. Esta vez el objetivo era el pequeño pueblo de Londa, situado al sur de Rantempao. Nada más llegar allí un hombre nos ofreció acompañarnos a visitar cuevas de enterramientos con una lámpara de aceite previo pago de una pequeña cantidad. Nosotros dudábamos de su necesidad, ya que después de estar aquí casi un mes sospechamos de casi todo… menos mal que finalmente accedimos.

 

 

 

 

 

 

 

 

El guía nos acompañó en la entrada a la cueva, que como veis en la imagen está custodiada por un balcón de figuras de madera, llamadas tau tau, que son réplicas de los difuntos allí enterrados.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En el interior de la cueva todo está completamente oscuro, la luz del guía ilumina lo poco que puede… En los apenas diez minutos que dura el paseo por su interior vimos montones de ataúdes de madera muy viejos, algunos de ellos incluso abiertos que ya han cedido por el paso del tiempo, calaveras y huesos desperdigados… A Teresa incluso le dio un poco de mal rollo estar allí dentro.

La explicación del guía fue muy interesante: nos comentó las diferencias de enterramiento en función de las clases sociales y el por qué de algunas de las ofrendas que los ataúdes tenían a sus lados. Nos llamó la atención que dado el valor que ellos le otorgan a la muerte los ataúdes estuvieran en ese estado tan descuidado.
Una vez visitado la aldea de Londa seguimos nuestra ruta a Ke’te Kesu, famoso por sus tongkonans o edificios tradicionales Toraja y los graneros de arroz tradicionales, y también por algunas tumbas colgantes ubicadas en la pared de un precipicio.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Llegamos con la libertad que nos daba movernos con la moto a nuestro aire y tuvimos la suerte de no encontrar prácticamente turistas. Paseamos por las llamativas edificaciones torajas que tanto le gustan a David y disfrutamos del bonito, y ya a estas alturas familiar, paisaje que nos rodeaba entre campos de arroz.
Tras este paseo nos acercamos a las tumbas colgantes. De camino a ellas pasamos por las típicas tiendas de souvenirs artesanales, y tuvimos la suerte de ver a un joven tallando la madera con una especie de cuchilla. Estaba concentradísimo haciendo esa preciosa tabla que seguramente vendería después en su tienda.

 

 

 

 

 

 

 

 

Ya en las tumbas colgantes vimos la bonita montaña cortada en la que se adivinan los féretros. Era muy impactante ver aquellos ataúdes insertados en la montaña al borde del precipicio. En sus márgenes montones de huesos y calaveras se amontonaban.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ya de vuelta vimos algunas casas de la arquitectura típica de la zona hechas expresamente para el transporte de los féretros de la clase alta en las celebraciones funerarias.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Después de nuestra excursión y de picar algo de comer, volvimos a Rantempao y dimos una vuelta alrededor de la ciudad. Se nota que la vida aquí es mucho más rural, aunque nos ha gustado cómo los Toraja reciben a los turistas. Son muy simpáticos, saludan con un “hello mister!” a cada paso, sonríen constantemente.
Después de nuestro paseo no se nos hizo muy tarde ya que habíamos encargado para cenar una cena típica Toraja. A las 20 horas estábamos sentados en la mesa del restaurante de nuestro hotel y comenzó el desfile de platos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pedimos un entrante muy rico que aún estamos dudando que era… de todas maneras, el plato fuerte vino después.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Pedimos la comida típica toraja: es especial porque introducen en una caña de bambú la carne, en nuestro caso fue cerdo pero también puede ser búfalo o incluso pescado, troceado con muchas especies, entre las cuáles se nota mucho el jengibre y otras que no tenemos muy claro cuáles son, y lo cocinan a fuego lento durante al menos dos horas. En la comida lo acompañan con verduras a la plancha, arroz blanco (cómo no…) y otro arroz de color marrón que está riquísimo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Vamos, que nos pusimos las botas. ¡Estaba todo riquísimo! Una perfecta noche de despedida de los Toraja, ya que al día siguiente sería nuestro último día en esta zona de Sulawesi con tanto encanto.

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Ayer por fin fuimos a ver uno de los famosos funerales de los Tana Toraja. Estos duran al menos cuatro días, dentro de los cuales se realiza una recepción de invitados, alguna pelea de búfalos, sacrificios de animales diariamente (cerdos y búfalos), procesiones y a veces también bailes.
Nosotros salimos a las 9 de la mañana en una furgoneta con los otros 4 españoles que conocimos, el guía y un conductor. Primero dimos una vuelta por el mercado de Makale, una ciudad cercana, donde vimos un poco de todo como bonitos puestos de verduras o de arroces diversos…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

O el impactante mercado de cerdos con montones de enormes ejemplares expuestos atados a palos de bambú.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Una vez visto y paseado cogimos la furgoneta en dirección al pueblo del funeral. Estaba cerca… si… pero el guía no tenía ni la más remota idea de cómo llegar. Tras preguntar la dirección empezamos el camino, que al principio estaba asfaltado. El problema vino cuando el asfalto se convirtió en un camino de cabras y a cada bifurcación, el guía no sabía para donde tirar. La elección era poco más o menos que a cara o cruz, de manera que cuando veíamos a alguien el guía le preguntaba y varias veces nos tocó girar y volver hacia atrás. La verdad es que no pude evitar preguntarle al guía” educadamente” como es que no tenía “ni puñetera idea de cómo llegar” y él, como era de esperar, sonrió y poco más.
Pero como todos los caminos llevan a Roma… y por esta zona también al funeral, finalmente llegamos al lugar en cuestión.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Una vez allí el guía nos dirigió a la zona de invitados, pues era el día de la recepción. Allí nos invitaron a te y pastas y nos ofrecieron tabaco, como es costumbre. Nos vinieron a saludar representantes de la familia del fallecido y le entregamos un regalo en señal de agradecimiento, que como es costumbre era tabaco.
El procedimiento en este día de recepción consiste en que las familias invitadas van llegando en grupo a modo de procesión. Delante van los hombres llevando cerdos como regalo, pues la tradición dice que las almas de estos animales acompañaran al difunto tras ser sacrificados.

 

 

 

 

 

 

 

 

Tras ellos, llegan las mujeres en procesión de estricto negro.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Y una vez allí, toda la familia es invitada a te y pastas en espacios habilitados para ello. Todo esto es relatado por un presentador, micrófono en mano, que indica qué familia entra y los regalos que trae.

 

 

 

 

 

 

 

 

Esto se va repitiendo familia tras familia.
Cada animal que era traído, era llevado a una zona apartada para allí sacrificarlo y preparar en el momento comida para los invitados. Nosotros nos acercamos a verlo y, aunque pueda parecer muy violento, se trataba de una forma muy natural. Incluso nos invitaron a algún trozo de cerdo a la brasa.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Y poco más que destacar, ya que esto se estuvo repitiendo todo el tiempo que estuvimos allí. Son famosos los sacrificios de búfalos pero no coincidieron ese día por lo que no pudimos verlos.
Como nota de color eran muy llamativos los vestidos tradicionales que llevaban los niños de la familia para la recepción…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Y las ofrendas…

 

 

 

 

 

 

 

 

Tras nuestro paso por la celebración fuimos a comer algo entre risas y bromas con nuestros compañeros españoles, y después nos dirigimos a visitar la zona norte de Rantempao. Una zona de montaña realmente preciosa con unas vistas fantásticas en la zona de Batutumonga pero con unas carreteras para acceder a ellas realmente lamentables. Fue una pena no tener más tiempo, pero a pesar de ello disfrutamos de los pequeños pueblos por donde pasamos y de las vistas.
Se nos pasó la tarde volando.

 

 

 

 

 

 

 

 

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Ya estamos en las tierras de los Tana Toraja, en Sulawesi. El viaje de ayer estuvo bastante bien planificado, pues fuimos enlazando el taxi hasta el aeropuerto de Denpasar con el vuelo a Makassar y una vez allí cogimos en seguida el autobús nocturno que nos ha traído a Rantempao, capital de estar tierras. Después de las infernales 8 horas que duro el trayecto ya estamos en Rantempao.  Y decimos infernales no porque el autobús estuviera mal, sino por el estado de la carretera que es bastante lamentable en algunos tramos.
Ayer llegamos tan cansados que tras encontrar habitación en un bonito hotel estilo Toraja, dormimos plácidamente casi hasta la hora de comer y por la tarde nos dedicamos a pasear.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hoy ha sido diferente. Ya repuestos hemos tenido un precioso día. Hemos alquilado un moto para recorrer la zona sur de Rantempao y la experiencia ha sido tan buena o más de lo que esperábamos.
Hemos salido sobre las 11 y hemos encontrado la carretera semidesierta. Hoy es domingo y los Torajas son cristianos, así que es el día de descanso y la gente debía estar en la iglesia. El paisaje es sencillamente espectacular.

 

 

 

 

 

 

 

 

Se combina el verde de los árboles con los campos de arroz,  algún río donde encuentras, por ejemplo, búfalos bañándose, y preciosas montañas rodeando todo el paisaje.

 

 

 

 

 

 

 

 

Hemos llegado a nuestra primera parada: Lemo, la zona funeraria más conocida de Tana Toraja. Allí hemos visitado las tumbas de un jefe Toraja que reinó hace cientos de años y sus descendientes. Como podéis ver, están situados en una escarpada pared de roca donde colocan una especie de figuras funerarias algo tétricas, la verdad.

 

 

 

 

 

 

 

 

Muchas de estas figuras inspiran la artesanía de la zona, centrada en el trabajo de la teka y los huesos de búfalo.

 

 

 

 

 

 

 

 

A partir de aquí, aunque teníamos una ruta marcada, nos hemos dejado llevar dirección Makale, disfrutando del paisaje.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hemos encontrado un bonito, aunque dudamos de su consistencia, puente de bambú…

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Y sin saber muy bien cómo, pues las indicaciones son bastante escasas, hemos llegado a Makula, un pueblo con fuentes termales y piscinas dónde hemos comido de maravilla, rodeados de arquitectura típica y gente muy sorprendida por vernos en esos lugares, como estas niñas que nos pidieron que nos hiciéramos fotos con ellas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Una vez repuestos nos hemos acercado a otro lugar marcado en la ruta, las “baby craves”, tumbas de recién nacidos situadas en un árbol sagrado. Suena tétrico, pero es que los Toraja construyen su vida entorno al sentido de la muerte, y su manera de vivirla es una de las cosas que los convierte en un pueblo singular.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Teníamos más lugares marcados en la ruta de hoy, pero como decidimos sobre la marcha, la hemos cambiado al vernos sorprendidos al ver un numeroso grupo de gente reunida en un terreno. Allí, nos hemos encontrado con una actividad o juego de niños sorprendente. Consistía en un palo de bambú de gran altura con unos premios que colgaban de la parte superior para los que consiguieran alcanzarlos, entre los que había además un pato y una gallina vivos.
La actividad consistía en que los niños se organizaran para escalar el palo, que además estaba embadurnado de algo resbaladizo que tenían que ir limpiando, hasta llegar a los premios.

 

 

 

 

 

 

 

 

Nos ha divertido tanto la situación que no hemos dudado en quedarnos un rato, aunque finalmente nos hemos sin que los niños llegaran a los premios.
Ya de vuelta hemos seguido con la misma dinámica de paisajes, arquitectura Toraja y gente encantadora que nos saludaba a nuestro paso siempre con una sonrisa, con gestos amables y algo sorprendidos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Hemos llegado contentísimos y ya tenemos preparada la salida de mañana. Nos dirigiremos a un funeral Toraja, algo de obligada asistencia si llegas a estas tierras, con un guía para que nos lo explique con detalle y unos españoles que hemos conocido. Seguro que será una experiencia inolvidable.

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Estamos en el aeropuerto, destino Sulawesi, para visitar las tierras de los Tana Toraja.
Nuestros planes se han complicado estos días al querer ir a Flores, para visitar Komodo con sus dragones y algunas islas bonitas, al ser imposible encontrar vuelo de vuelta. Ya en los últimos 10 días nos ha dado miedo quedarnos tirados tan lejos de Jakarta, así que hemos pasado al plan B. Se nos queda pues pendiente… una buena excusa para volver en otra ocasión.
Nuestro último día completo en Ubud tenia expectativas de grandeza real. Ayer era la cremación de una mujer de la familia real, fallecida hace dos meses (osea, que el cuerpo estaría fino fino…) y todo el mundo llevaba días hablando sobre el tema y preparando ofrendas para la ceremonia. Al parecer era algo muy excepcional y no podíamos perder la ocasión de ver algo así.
Eso si, el programa no era muy claro precisamente. Cada uno nos decía lo que le daba la gana cumpliendo la “ley indonesia” que dice que si no sabes lo que te pregunta el turista, te lo inventas y ya está.
Al final creímos entender que el “sarao” empezaba a las 11, a las 12 se trasladaban las impresionantes figuras al cementerio y una vez allí, se procedería a la cremación. Es decir, que a las 2 todos a comer… pues bien, no llegamos ni a merendar!!
Aquí podéis ver las impresionantes figuras y algunos bonitos detalles en ellas…

 

Sobre las 11 la gente iba llegando y acumulándose alrededor del palacio, dónde estaban las figuras. Allí iban apareciendo grupos con música y además todas las personas que se encargarían de llevarlas a hombros.

 

 

El ambiente empezaba a ser muy animado cada vez con más y más personas pululando, ya que había llegado gente de toda la región. Los vendedores, cada vez más pesados, iban a la caza del turista con material de todo tipo, desde figuritas a máscaras de madera… aunque los que se llevaban la palma eran los vendedores de bebidas, por el asfixiante calor, y las “insistentes” mujeres que vendian sarungs, pareos para cubrir las piernas.

Poco después de las 12 empezó el movimiento. Tras unos chillidos y unas salvas para animar a los porteadores, el inmenso toro se levantó y dio sus primeros pasos mientras la gente, que inundaba la calle, jaleaba el acontecimiento. Un poco más tardó la otra figura que portaba el ataúd en su parte alta, el cual habían subido mediante una inmensa escalera hecha de bambú. Fue impresionante ver cómo el “armatoste” se levantaba y se ponía en movimiento mientras la multitud iba detrás.

 

El camino se hizo largo, aunque a penas eran 500m ya que los porteadores tenían que parar cada 50 metros más o menos a descansar y además hacía mucho calor. Así que de camino, como no vendían pipas, nos compramos unos huevos de codorniz.

 

 

 

Empezábamos a estar ya cansados a estas alturas del evento, pero pensando que seria llegar y proceder a la cremación, aguantábamos con buen humor.
El caso es que llegamos al cementerio, colocaron las figuras, la gente se empujaba por verlo de cerca y pasó una hora… y dos…
Nos hicimos una fotito para la posteridad…

 

…y seguimos esperando, y esperando…aunque eso si, la gente seguía expectante.

Y los niños, como en todos los lugares, comían dulces mientras tanto…

La espera se empezaba a hacer eterna, cada vez había menos gente y no había movimiento. Además nadie nos decía con certeza a que hora sería la esperada cremación. Y decimos “con certeza” porque no podemos olvidar esa educada regla indonesia que hemos nombrado antes…  así que, tras preguntar a 5 personas… teníamos cinco posibles respuestas, para que eligiéramos la que más nos gustara.

 

Visto esto decidimos ir a comer alguna cosa, y al volver ¡milagro! la cosa se movía ligeramente… ¡estaban moviendo a la muerta!

 

Pero debe de ser muuuy difícil mover a la pobre mujer, porque media hora después seguían en sus trece… y ya nuestra paciencia, de origen judeo-cristiano, llegó a su fin y un poco hartos  nos fuimos con la sensación de haber desperdiciado un día con algo que no tenía más de una hora de recorrido…

 

Así que nos quedamos sin ver la importantísima falla indonesia.
Para colmo, habían cortado la luz de toda la región por la cremación… si… nosotros tampoco entendemos exactamente la relación directa entre estas dos cosas, pero la debe de tener. El caso es que no había nada fresco en los bares, no funcionaban los ventiladores ni los aires, no iban los cajeros y nosotros íbamos “pelaos”…
Pero, por fin, alrededor de las 7 de la tarde cual aparición divina ¡se hizo la luz! y pudimos ducharnos, cenar tranquilamente y preparar las cosas para salir hoy camino de tierras torajas, en Sulawesi, nuestro próximo destino…

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Hoy nos hemos levantado de buena mañana con el plan bien claro.

Después de desayunar teníamos previsto coger un taxi colectivo para visitar un bonito templo situado en el lago de un volcán, llamado Pura Ulun Danu. Y de camino, ya que estábamos, aprovechar y parar en algunos sitios más.

Así que hemos cogido el taxi colectivo a las 9 junto con una pareja de holandeses y un inglés que viaja solo. La ruta ha sido muy amena.

Tras ver algunos campos de arroz y cómo las mujeres trabajaban en ellos hemos llegado al primero de los templos a visitar: el palacio real del antiguo reino de Mengwi, rodeado por un foso de agua de un río cercano. El templo se conoce por el nombre de Taman Ayun.

Allí no se podía entrar, así que lo hemos rodeado a pie mirando la hora, ya que lo malo de ir en taxi es que te da un tiempo para la visita. Pero bueno, aunque bonito, tampoco es que tuviera un grandísimo interés, así que el tiempo era suficiente.

Una vez paseado el templo nos hemos dirigido hacía una típica plantación de café donde nos han explicado brevemente cómo se elabora. La intención era clara: que compráramos alguna cosa. Pero la verdad es que ha sido bastante interesante y hemos conocido cómo se elabora el café más caro del mundo: el café Luwak.

Como seguro muchos de vosotros desconocéis su peculiar historia os explicaremos que es tan caro porque su proceso de elaboración es el siguiente:

Las civetas que viven por estas tierras (animales que podrían parecer una mezcla entre gatos y pequeños monos), se comen los granos de café y tras su digestión, como es normal, los defecan (es decir, los cagan). Ahí entra en juego el “maestro” cafetero recogiendo las cagarrutas del susodicho animal sin dejarse ni una. Su digestión no deshace los granos, únicamente sus encimas llegan hasta el centro mismo de los granos, dándole al parecer un sabor suave y especial. Tras coger estos granos el proceso es el normal: una vez limpiados, molerlos para obtener el café.

Conocido este interesante proceso no nos hemos resistido a probarlo y hemos descubierto que tiene un sabor suave y aromático muy agradable (algo impensable si reflexionas sobre el proceso). Es similar al turco, con casi un dedo de poso.

 

A parte de este pequeño tentempié, señalar que a la entrada había una preciosa figura de Ganesha, dios Hindú, que se coloca a la entrada de las casas para cuidar de ellas. No nos hemos resistido a fotografiarle junto con la ofrenda diaria típica balinesa, que colocan con una pequeña base de palma con unas flores y algo de comida para mostrar su agradecimiento a los dioses.

 

La siguiente parada, bastante al norte de la isla, ya ha sido el esperado templo Pura Ulun Danu, situado en el lago Bratan, y principal objetivo de nuestra escapada.

Su ubicación es sensacional, pues este precioso templo está entre volcanes y fue construido sobre el inmenso lago.

No nos ha defraudado, hemos disfrutado paseando por sus alrededores y viéndolo desde todos los puntos de vista posibles. Lástima que el taxista no nos haya dado más tiempo para sentarnos más tranquilamente a disfrutarlo sin prisas.

 

Las razones del taxista no podemos decir que fueran altruistas precisamente, ya que de allí nos ha llevado a un restaurante apartado con unas bonitas vistas de terrazas de arroz, y no hemos tenido otra opción que comer en él. Es normal, son peajes que hay que pagar cuando contratas un pequeño tour a muy buen precio. La comida ha sido muy amena, pues nuestros compañeros de ruta han sido gente muy agradable.

Conversando de todo un poco: empezando por la crisis, hasta el obligado fútbol o viajes diversos, eso sí, nuestro amigo británico más que hablar inglés parecía que ladraba, por lo que cada dos frases teníamos que decirle que nos lo repitiera por favor. Aún así, entendíamos cuatro palabras y nos inventábamos el posible significado del resto:es lamentable que los británicos no sepan hablar bien inglés, porque nuestro nivel está fuera de toda cuestión… bueno… más o menos…

Ya de vuelta el taxista aún tenía un as en la manga. Nos ha enganchado (esto si que ha sido una encerrona y no lo del restaurante), para ir a ver una galería de pintura y explicarnos todo el desarrollo de la pintura balinesa y su historia.

La parte de explicación ha durado aproximadamente 33 segundos mientras veíamos a un joven pintando.

A partir de ahí el hijo de una cabra no ha empezado a comer la cabeza mientras nos iba enseñando un laberinto de pasadizos con cientos de pinturas a los lados.

 

No es broma hablar de que la ruta por los endiablados pasadizos ha durado alrededor de media hora en la cual el avispado empleado de la galería encargado de nosotros nos ha estado comiendo la cabeza sobre las maravillas y virtudes de las pinturas que pretendía vender. Razón por la cual valían un ojo de la cara. No podemos decir que haya tenido mucho éxito, pues tras los dos primero minutos hemos acelerado el paso y mientras hablaba (en un español aceptable), no nos molestábamos ni en girarnos a mirarle. Pero aún así el insistente vendedor no ha perdido la esperanza y ha seguido dándonos palique.

A pesar de esto hemos acabado muy contentos del tour. Al volver hemos dado una vuelta para seguir viendo con curiosidad los preparativos de la cremación de mañana a la que pensamos asistir, pues parece un acto muy importante.

PD: antes de acabar este post no podemos obviar una información muy importante para todAs las que estéis interesadas en visitar estos templos. Por ello mostramos la siguiente foto de un cartel de uno de los templos que se repite igual en el resto. No vaya a ser que os pille desprevenidas… 😉

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Nos hemos despertado con la sorprendente aparición de la lluvia. Teníamos pensado hacer una bonita ruta por los alrededores de Ubud, a orillas del río Sungai Ayung.

Pero al ver lo gris que estaba el día hemos decidido desayunar con tranquilidad en la terraza de nuestra habitación y pensárnoslo un poco mejor.

Tras darle algunas vueltas y sin tener nada claro, ha parado de llover. Así que nos ha facilitado la faena y hemos decidido dar el paseo que teníamos previsto.

Ya en la calle hemos notado el ambiente de preparación de una celebración importante, aunque no sabíamos bien qué era.

Las calles están siendo engalanadas con una actividad frenética, y mientras veíamos esto nos hemos ido alejando un poco del centro de Ubud. Nos hemos dirigido hacia el cercano pueblo de artistas de Penestarán.  Allí hemos podido ver muchas galerías y talleres de pintura.

 

Además, en un cruce donde había muchísima gente realizando preparativos, hemos decidido tomarnos un refresco y preguntar mientras veíamos qué hacían.

Aquí nos hemos enterado de que el próximo día 18 tendrá lugar una cremación de un miembro de la familia real de Ubud, fallecida hace dos meses.

 

Parece ser que estas cremaciones se realizan cada cinco años independientemente de cuándo haya fallecido la persona, o eso hemos entendido… El caso es que parece la preparación de una boda real o algo parecido.

Tras cotillear un poco hemos seguido nuestro camino, rodeados de palmeras y de una increíble vegetación. Lo malo es que llovía intermitentemente y había peligro de chaparrón. Después de andar unos veinte minutos hemos llegado a Sayan, un pueblo que está al lado del río y rápidamente nos hemos dirigido hacia su margen siguiendo unos estrechos senderosque descienden. Aquí han empezado los problemillas… ya que esperábamos que el camino fuera más sencillo. la pendiente era bastante empinada y debido a la lluvia estaba bastante resbaladiza. A eso añadimos que no llevábamos un calzado demasiado adecuado.

Por suerte una avispado indonesio que nos ha visto inciar el camino nos ha seguido con la clara intención de sacar algo del paseo, aunque la inocencia de Teresa le hacía pensar que era solo buena voluntad. Decir que, a pesar de esto, las vistas ya eran maravillosas.

 

La verdad es que nos ha ayudado en el descenso y una vez abajo el camino era sencillo, aunque al ponerse a llover hemos tenido que parar un par de veces a resguardarnos.

 

El paseo se ha alargado más de una hora, entre arrozales, palmeras, una frondosa vegetación y el río. Incluso hemos visto una preciosa serpiente verde casi fosforescente cuya picadura es mortal, según nos ha explicado nuestro guía Baboo. También hemos visto algunos campesinos que viven en los propios arrozales.

Tras el precioso paseo, hemos vuelto a la carretera, chopados, y hemos decidio coger un taxi para volver. Por la tarde nos hemos relajado en un maravilloso spa con un masaje balinés de una hora cada uno.  Al salir hemos seguido viendo preparativos a todos lados, con gente elegantemente vestida para la ocasión celebrando algo así como una especie de pasacalles, acercándose al palacio de Ubud (centro de la celebración).

Mañana tenemos prevista una excursión de un día a un templo situado en el norte de la isla. Os contaremos a la vuelta 🙂

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